Plaza

Esquina del bar La Victoria, un poco después de las ocho de la noche del 8N. Unas cuantas personas de distinta edad con camisetas blancas, un camión con un letrero de “no tenemos miedo”, un grupo se reparte unas escarapelas patrias, unas chicas se comparten un agua fresca, en un atardecer de calor agobiante. La parsimonia de los grupos que llegaron temprano para “militar” la concentración se termina en unos minutos: un río de gente entra por diagonal norte (diagonal sur permaneció vacía) durante más de una hora. Mucha gente. El ojo se intenta posar sobre el contenido juvenil de la marcha opositora: la conclusión es que no hay forma de reducirlo a ningún estereotipo Muchos pibes de veintipico de clase media en grupos de amigos (pequeñas rondas de no más de 4 o 5) que se juntaron para ir a la protesta, con un nivel de politización mínimo, o dicho más exactamente, inaugural. Las miradas, la forma de caminar, el silencio (fue, a grandes rasgos, una marcha silenciosa, o donde las palabras venían más de los diálogos privados que de cantos comunes), mostraban a jóvenes a los que la política los había envuelto hasta lograr su movilización, pero que, al mismo tiempo, se trataba de una mochila frágil, híper coyuntural. Se prende un micrófono: corrupción y mentiras del oficialismo, repiten varios. El temario se agota rápido, el discurso está deshilachado, brota en tópicos genéricos, no avanza en acciones. Los cantos que prendían de tanto en tanto eran del tipo “Argentina, Argentina” y el nostálgico “que se vayan todos”. De tanto en tanto, aparecían algunos bombos y redoblantes y sobre ellos se formaba un círculo entonaba alguna consigna. El contenido de clase (media) lo dio uno canto extraño, por lo autoconsciente: “¿Dónde están los pobres? con seis pesos no se come”.
A diferencia de la marcha anterior, una mayor masividad diseminó a los discursos duros y las consignas destituyentes. Se ve poco de eso y mucho cartelito de pequeños sincericidios: “si vine bien vestida es porque tengo trabajo”. Y al lado un cartel que dice: “Cristina es la Barrick”. Una ensalada de imposible solución política, adobada con los infaltables llamados a la “seguridad”.
Una conclusión que tendrá que ser sometida a prueba pronto: el fogoneo de Clarín y sus periodistas parece ser todavía efectivo para instalar ideas, palabras, discurso. Para, puesto en extremo, darle temporalidad política a una movilización multitudinaria y multifacética. Pero puede estar bastante lejos de provocar una identificación social en su defensa. Un enorme cartel fue aplaudido cuando entró a la Plaza: “Ni Clarín ni Cristina, Una patria argentina”. Había muchos, hechos a mano, en un sentido parecido: “Clarín miente, paga Noble, Cristina miente, pagamos todos.” “Yo quiero que Clarín cumpla la ley así el gobierno no tiene a quien echarle la culpa de sus limitaciones” Esa liviandad, esa antipolítica movilizada puede ser, al final de cuentas, una fuerza demasiado heterogénea y librepensadora para que sirva como escudo de defensa al Grupo. ¿La oposición política? Nadie, en esa plaza, parecía siquiera estar haciéndose esa pregunta.

(salió con otras crónicas  breves ayer en el Ni a Palos)

PD: Sobre el cacerolazo: esto y esto.

4 comentarios

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4 Respuestas a “Plaza

  1. fd latino

    “Yo quiero que Clarín cumpla la ley así el gobierno no tiene a quien echarle la culpa de sus limitaciones”
    Esta frase no está mal, más no lo demás que dice el cartel. Estaría bueno que se la chanten en el programa de Lanata.

  2. DIEGO

    Fede Soy diego Amieva del Normal 10. Queria saludarte. Te dejo mi correo asi nos ponemos en contacto diegoamieva@hotmail.com

  3. aaa

    Soy juan carlos de Lanus y me gusta el tinto y el rock and roll

  4. Pingback: Informe de la Semana (8N, la No Marcha y el diálogo) – La Radio Mak

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